Sobre el estrés y sobre el mucho hacer
Uno de los enemigos más implacables del ser humano actual es el estrés, y si hay algo sobre lo que el mundo moderno parece saber mucho, es sobre el estrés. Sin embargo, tendemos a no hacer lo que cualquier criatura sensata haría: reducir las fuentes de estrés.
El problema de tratar de abarcar demasiado
Uno de los errores más extendidos en ese sentido es medir nuestra valía por el nivel de estrés que podemos soportar; y por otra parte, consideramos que mientras más actividades demostremos que somos capaces de llevar a cabo, mejor juzgados seremos. Por eso puede ser que se vea a tanta gente haciendo de todo. Corriendo de un lado a otro en actividades que le ocupan todo el día. Y con frecuencia se jactan de las muchas ocupaciones que colman su agenda.
El problema sobreviene cuando la cantidad de ocupaciones nos sobrepasa. Algunas exigen el mismo momento para llevarse a cabo, pero lugares distintos; lo cual hace imposible llevar a cabo ambas. Otras veces son ocupaciones que surgen de repente, interrumpiendo cuando se está ocupado haciendo otra cosa. Exigen inmediatez, incluso advirtiendo de consecuencias terribles si no se atienden.
Esta cantidad excesiva de compromisos, y la sensación de que no se podrá cumplir con todos, es una probable fuente de estrés. A esto hay que agregar el temor a las consecuencias de no cumplir alguna de esas promesas. De jóvenes suele ser más fácil recuperarse del estrés. Pero llega un momento en que éste pasa factura; el deterioro comienza a ser evidente. Pueden surgir problemas nerviosos que deban resolverse con fármacos. Y los problemas cardiovasculares, con su amenazador pronóstico.
Tres sugerencias lógicas y saludables
Cuando ya los problemas de salud han aparecido, lo sensato es acudir al profesional médico; acto seguido, seguir sus recomendaciones y la medicación que recomiende. Alimentación, actividad física, recreación, viajes y otras. Sobre eso hay que estar muy consciente.
Hay que establecer prioridades. Establecer un orden de trabajo, basado en criterios como la importancia, la disponibilidad de recursos y las ganas que se tengan de cumplir las tareas. Una actividad irrelevante, que no se puede o que no desea hacer, es buena candidata a ser aplazada. O simplemente descartada. Y quien establece las prioridades es uno mismo.
Delegar. Muchas actividades que se le exigen a las personas pueden ser llevadas a cabo por otras. Estas otras personas puede que tengan más tiempo o más capacidad. Puede que incluso tengan mejor disposición para ocuparse del asunto. Delegar en la persona adecuada suele resultar en un trabajo mejor hecho. No es raro que la misma persona que hace la petición pueda resolver por sí misma; unas breves indicaciones puede que sea lo que necesita. Además, el que cada quien goce de un saludable margen de autonomía ayuda a relajar tensiones.
No a la manipulación. Nunca faltará quien amenace con terribles consecuencias cada vez que exige alguna cosa, y no se le cumple de inmediato. Valore objetivamente si esas consecuencias son posibles o probables, y dígalo con franqueza. Dejarse manipular es un curso de acción que suele impedir que usted lleve a cabo otras actividades que para usted son más importantes o interesantes. Y ese es un motivo típico de estrés.
El estrés acumulado puede generar ansiedad. Y aunque existen muy buenos tips para reducirla, lo ideal es que no aparezca. Aproveche los momentos en que puede pensar con serenidad para organizar estos puntos. Su salud bien lo vale.
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